Detrás de cada maniobra perfecta hay una herramienta esencial: el volante. Para un piloto como Franco Colapinto, dominarlo es más que solo girar. Cada botón, perilla y palanca tiene una función crítica que puede definir el resultado de una carrera.
Colapinto, joven promesa argentina de 21 años, tuvo que aprender en detalle cómo funciona el volante del Williams FW46, un verdadero cerebro en sus manos.
El volante: más que un simple control
Lo que para muchos es solo una herramienta para conducir, en la Fórmula 1 se convierte en un centro de operaciones. El volante de un auto de F1 es el equivalente a un panel de control de un avión o incluso de una nave espacial. Con más de 20 botones, perillas y palancas, el piloto tiene que ser capaz de operar todo a la perfección mientras compite a más de 300 km/h.
Desde el botón de «DRS», que le da una ventaja en las rectas, hasta el «botón de pit lane» que limita la velocidad al ingresar a boxes, cada función debe activarse en el momento exacto. No solo es cuestión de velocidad, sino de estrategia y control.
El entrenamiento detrás del éxito
Colapinto pasó horas en simuladores antes de debutar en F1, conociendo cada detalle de este volante. «Pasé mucho tiempo practicando en el simulador, familiarizándome con los controles», mencionó el piloto. Y no es para menos. Un fallo en un solo botón, como le ocurrió a Lewis Hamilton en el GP de Estados Unidos 2019, puede costar una carrera entera.
Cada volante, hecho a medida para el piloto, toma alrededor de 80 horas de trabajo y puede costar entre 66 mil y 100 mil dólares. Este precio se justifica, ya que debe soportar las condiciones extremas de una carrera de F1, con materiales como fibra de carbono y silicio.
La evolución de la F1
En una época en la que las cámaras en el casco de los pilotos permiten ver de cerca sus acciones, el volante se revela como un elemento futurista que desafía la lógica de las competencias deportivas tradicionales. Y no es solo el volante; el entorno de un piloto de F1 es cada vez más un laboratorio de alta tecnología. Cada movimiento, cada decisión y cada pulsación de un botón deben ser calculados al milímetro. Colapinto, con apenas tres carreras en su haber, ya lo maneja con la habilidad de un veterano.
El arte de la precisión
Para un piloto de la talla de Colapinto, el conocimiento técnico y la habilidad de operar esta «máquina futurista» en medio de la adrenalina de la competencia es lo que lo diferencia. No basta con ser rápido, también hay que ser exacto. Y eso, al final del día, es lo que hace de la Fórmula 1 el pináculo del automovilismo.
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