En una charla sincera, el rosarino aborda su decisión de despedirse de la Albiceleste, los fantasmas que arrastró durante años y el tanto que torció su historia.
La lealtad por encima del dinero: la oferta que dijo «no»
En tiempos donde las megaofertas del fútbol árabe seducen a jugadores de todo el mundo, Di María decidió ir a contramano. Tras su paso por Juventus, el argentino recibió una propuesta con cifras astronómicas para sumarse a la liga saudí. Sin embargo, su corazón ya tenía un destino claro: Benfica. «Me llegaron números que nunca había visto en mi vida, pero con mi familia decidimos volver a Lisboa», cuenta con una sonrisa.
El amor por el club que lo catapultó a Europa pesó más que cualquier cifra. «Benfica fue mi primer hogar fuera de Argentina, me dio todo y siempre supe que algún día volvería», afirma. No fue una decisión sencilla, pero sí una que reafirma su conexión con la camiseta y la afición.
Críticas, presión y una marca imborrable
No todo en su camino fue reconocimiento y aplausos. Durante años, Di María soportó duras críticas en la Selección. «Me marcó mucho. Llegué a tomar pastillas para dormir por la presión», confiesa. A pesar de su inquebrantable compromiso con la celeste y blanca, el peso de la exigencia fue una carga difícil de sobrellevar. «En Argentina, si ganás, sos el mejor; si perdés, sos el peor», sentencia con crudeza.
Pero el fútbol le daría revancha. Con actuaciones memorables y goles clave, Fideo se convirtió en un ícono. La consagración llegó en 2021, cuando marcó el gol del triunfo en la final de la Copa América ante Brasil, en el Maracaná. «Si esa pelota no entraba, quién sabe qué sería de mi carrera en la Selección», admite. Con el tiempo, ese tanto se convirtió en el punto de quiebre que lo llevó a ser leyenda.
La despedida que él mismo eligió
A pesar de estar en gran nivel, Di María decidió que la Copa América 2024 fuera su última función con la Selección. «Era el momento de decir basta. Miraba atrás y veía a los chicos que vienen con ganas. Tenía que dar un paso al costado», explica.
Aunque las Eliminatorias despiertan emociones en él, su decisión es firme. «No soy Messi. Leo puede estar hasta cuando quiera, pero nosotros, los terrenales, debemos saber cuándo decir adiós», bromea. Sin embargo, no descarta volver de otra manera: «Ojalá algún día pueda estar otra vez, aunque sea desde otro lugar».
La charla llega a su fin y Di María se despide con la misma sencillez que lo caracteriza. En Lisboa, donde se siente en casa, sigue disfrutando del fútbol con la pasión intacta. Y aunque ya no vista la celeste y blanca, su legado en la Selección quedó escrito para siempre.
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