Una anécdota desconocida hasta hace poco revela cómo una confusión casi trunca el reencuentro entre dos íconos argentinos, pero también cómo un gesto de humildad logró transformar el enojo en una conversación profunda sobre la vida, la fe y lo que hay después.

Todo ocurrió en 2016, en el marco de una visita al Vaticano para apoyar al Príncipe Alí bin Al Hussein, entonces candidato a presidir la FIFA. Diego, fiel a su estilo, se sintió destratado por la custodia papal que, sin saber que él era parte del encuentro programado, le cerró las puertas con una frase seca: «El Papa está ocupado». Bastó eso para que el Diez, herido en su orgullo, diera media vuelta y regresara al hotel sin mirar atrás.

Lo que siguió parece guión de película. Esa misma noche, el propio Francisco, al enterarse del malentendido, envió un emisario a pedir disculpas y lo invitó a volver. A la mañana siguiente, en una sala privada del Vaticano, el Sumo Pontífice sorprendió con un gesto que dejó a todos helados: “Si querés, para pedirte perdón, me puedo arrodillar. Porque entró el argentino más importante al Vaticano”. Palabras que, según testigos, desarmaron a Maradona.

Allí no solo hablaron de fútbol. Maradona se animó a preguntar sobre la muerte. “¿Qué hay después?”, lanzó, y Francisco le habló de paz, de descanso eterno, de fe. También le dio su bendición para la unión de su familia. Fue un momento de calma en la vida de un hombre que había vivido siempre a mil por hora.

Ese encuentro marcó el cierre de una relación única. Porque si bien Francisco lo definió años más tarde como “un grande como jugador, pero un hombre que tropezó con quienes lo rodeaban”, lo cierto es que lo abrazó sin juicio y lo honró como parte esencial del alma futbolera del pueblo.

La última aparición de Diego en el Vaticano fue años después, aunque de forma simbólica. En 2022, su familia asistió al Partido por la Paz. El astro, ya fallecido, volvió al escenario en forma de holograma, mientras sus hijos y hermanas lo recordaban junto a Francisco. Una pintura hecha por él mismo, donada tiempo atrás, fue redescubierta como “uno de los tesoros más grandes que me regalaron”, según dijo el Papa.

Y fue su hermana Rita quien le entregó una foto especial: Diego con ellas, en su última Navidad. Francisco la tomó con ternura, la posó sobre el pecho y, en silencio, selló un último abrazo.

Porque aunque parezcan de mundos distintos, Diego y Francisco compartieron algo esencial: ambos supieron conectar con el corazón del pueblo. Y en ese último encuentro, entre la bronca, el perdón y el afecto, dejaron un testimonio imborrable de lo que puede nacer cuando dos gigantes deciden hablar desde el alma.

 

 

 

 

 

Fuente e imagen: Infobae.