Hay partidos que uno nunca olvida. Y a veces no es por el resultado, sino por lo que generan. Me pasó una tarde cualquiera, en un Aviador vs. Alerces, club donde juegan mi hija Antonia —de apenas seis años— y mi mujer Manuela en Mamis Hockey. Ese día vimos a Lola Rudi jugar y nos deslumbró a todos. Fue como estar frente a una futura Leona, aunque no queramos pecar de exitistas. La pasión, la técnica, la manera de flotar en la cancha nos dejaron sin palabras. En casa, esa noche, no hubo otro tema de conversación. Yo, mientras filmaba todos los partidos como parte de un trabajo privado para el club, conocí también a su papá, un hombre amable que me hablaba de lo difícil que es viajar cada fin de semana para acompañarla. Con humildad, me señaló a su hija sin darle mayor importancia, cuando lo cierto es que dentro de la cancha ella brillaba como pocas.
El sonido de una bocha golpeando el cemento todavía la acompaña en la memoria. Lola Rudi tenía apenas cuatro años cuando el hockey dejó de ser un juego para transformarse en algo mucho más profundo: una pasión inquebrantable. “Me acuerdo de salir de la escuela apurada, cambiarme en el auto y correr al polideportivo para entrenar. Hoy, cuando veo a las más chiquitas hacerlo, siento que el tiempo se detiene y me reconozco en ellas”, cuenta.
Hija de una familia que nunca la soltó de la mano, Lola aprendió que el deporte es un viaje compartido. “Mis papás y mi hermana son los primeros en acompañarme, incluso dejando cosas de lado por nosotras. También tuve entrenadores que me marcaron un camino, como Luis y Facundo, y referentes que me inspiran desde siempre, como Agos Becerra y Leo Quiroga, quien hoy también es mi entrenador personal”.
Aunque muchos ven en su camino un cúmulo de sacrificios, ella lo vive distinto: “Nunca lo tomé así, porque siempre fue mi elección. El hockey es lo que más me gusta y lo disfruto. Este año viajo una vez al mes a Buenos Aires para entrenar con Banco Provincia, que será mi próximo club. Son viajes cansadores, pero los vivo como parte del sueño”.
Cuando viste la camiseta de Aviador, Lola se siente en casa. “Siento alegría, ganas de defender mis colores, me identifico con los valores del club. Entro a la cancha a darlo todo, no me guardo nada”. En esos días en los que las piernas pesan y la bocha parece rebelarse, tiene grabadas las palabras de su papá: “La actitud no se negocia”.
En lo que tiene que ver con el seleccionado de San Luis, Lola agrega: “Me tocó ir con el sub 16 por primera vez a Neuquén y tuve la suerte de poder jugar muchos minutos. Pudimos mantener la categoría, ya que creo que se venía descendiendo hace dos años. Bajé del cole y a los días me subí al del sub 14. Tuvimos una actuación excelente: hicimos podio, quedamos terceras en el torneo jugando contra grandes equipos. En lo personal, me tocó ser la capitana del seleccionado, algo que me llena de orgullo, y salir goleadora del torneo. La verdad es que me preparé mucho para los dos seleccionados, pero mi objetivo por mi edad era rendir al máximo en el sub 14; creo que la competencia del sub 16 me llevó a estar 10 puntos para el sub 14”.
Uno de sus recuerdos más vivos es el partido por el tercer puesto del Regional en San Juan, frente a Jockey de Córdoba. “Me encanta tirar el primero en los australianos. Ese día convertí el gol decisivo y fue una alegría inmensa. Competimos contra los mejores de Córdoba, Mendoza y San Juan, y demostramos que podíamos estar a la altura”.
El horizonte la invita a soñar: jugar el Metropolitano con Banco Provincia y, por qué no, ponerse algún día la camiseta de Las Leonas. Pero mientras tanto, su corazón late en Aviador: “Es mi casa, mi familia. Pasé miles de horas ahí adentro, no solo como jugadora sino como persona. Todo lo que soy tiene que ver con este club”.

Lola con Luchi Aymar

Lola con otra Leona, Delfina Merino
Con un rosario heredado de su abuela como cábala, Lola pisa la cancha con la humildad y el respeto que sus padres le inculcaron. Al final de cada partido, busca primero la mirada de su familia, la misma que la sostiene en cada paso. “Me gustaría que digan que soy una gran compañera y que dejo todo en la cancha”.
Si pudiera hablar con la niña que fue, le diría lo mismo que hoy repite como mantra: “Elegiste el mejor deporte del mundo. Nunca dejes de soñar. Con pasión y sacrificio, los sueños se cumplen”.
Lola Rudi no es solo una gran jugadora. Es, sobre todo, el reflejo de que la actitud, la entrega y el amor por lo que uno hace son capaces de transformar cualquier camino en una historia inolvidable.
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