El encuentro entre Claypole y Berazategui, correspondiente a la Primera C, se suspendió cuando la barra local atacó a la delegación visitante, desencadenando escenas de pánico y caos en el sur del Gran Buenos Aires.

El detonante del conflicto fue un acto simbólico, aparentemente inocente, pero cargado de provocación: desde afuera del estadio, la barra de Berazategui lanzó una bengala al cielo, una señal de protesta hacia la Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte, que había sancionado al club con la clausura de su cancha. Para los hinchas del Naranja, este gesto representaba un mensaje de resistencia. Pero para la barra de Claypole, fue una afrenta imperdonable.

Lo que siguió fue una reacción desmedida. Liderados por su cabecilla, conocido como «Pepe», los violentos del Tambero no dudaron en saltar el cerco y avanzar hacia los sectores donde se encontraban los allegados de Berazategui. Con palos y proyectiles, se desató un ataque feroz que dejó varios heridos, entre ellos al presidente del club visitante. Las imágenes de la agresión, captadas por los pocos testigos presentes, son escalofriantes.

La policía, superada por la situación, tardó varios minutos en controlar el alboroto. Aunque el caos dentro del estadio finalmente cesó, la violencia se trasladó a las calles aledañas. Los 20 integrantes de la barra de Berazategui, que habían llegado al barrio Malvinas Argentinas, esperaban fuera del alcance de las autoridades, mientras los hinchas de Claypole intentaban sortear el operativo para enfrentarlos.

Este enfrentamiento no fue un hecho aislado, sino el resultado de una historia marcada por la rivalidad y el poder de las barras bravas. La de Berazategui, con su núcleo en el barrio El Bueno, arrastra un largo historial de crímenes y violencia. Por otro lado, la barra de Claypole, encabezada por «Pepe», tomó el control del club tras desbancar a los anteriores líderes ligados al narcotráfico. Ambos grupos habían colaborado en conflictos gremiales, pero en el fútbol, la tregua se rompió.

El árbitro decidió suspender el partido, una medida que llegó tarde. No hubo detenidos, ni por el ataque a la delegación de Berazategui, ni por el lanzamiento de la bengala. La UFI 8 de Lomas de Zamora será la encargada de investigar los hechos, aunque la falta de cámaras de seguridad complicará la tarea de identificar a los responsables.

El incidente en Claypole es un recordatorio más de la fragilidad del fútbol argentino, especialmente en el Ascenso, donde la violencia parece estar siempre al acecho. Mientras tanto, el fútbol pierde una vez más, sepultado bajo el peso de la barbarie que sigue acechando a las tribunas.