Wyllie, quien como jugador vistió la camiseta de los All Blacks en 11 test-matches entre 1970 y 1973, tuvo una carrera prolífica como entrenador. Dirigió a Canterbury, fue head coach de Nueva Zelanda entre 1988 y 1991 y, en una decisión inesperada, asumió el mando de Los Pumas apenas 15 días antes del Mundial de Gales 1999.

Lo que parecía un desafío complicado se convirtió en una gesta inolvidable. Con su estilo rústico, directo y exigente, supo sacar lo mejor del equipo argentino y lo condujo hasta los cuartos de final del torneo, una instancia nunca antes alcanzada por Los Pumas. Su trabajo sentó las bases para el crecimiento del rugby en Argentina y fue el puntapié inicial para el camino que llevaría al bronce en el Mundial 2007.

El impacto de Wyllie en Los Pumas

La llegada de Wyllie significó un cambio de mentalidad. Con su disciplina férrea y su conocimiento del juego, inculcó en el plantel un espíritu competitivo que hasta entonces no había sido suficiente para trascender en el escenario internacional.

«Era un entrenador parco, pero nos transmitía un compromiso impresionante. Nos enseñó a entrenar y a vivir el rugby de una manera distinta», recordó Santiago Phelan, quien fue parte de aquella histórica campaña.

Para Manuel Contepomi, Wyllie representó una continuidad en la formación de una generación que marcaría el futuro: “Nos hizo entender la importancia de la disciplina. Era duro, pero aprendió a conectar con la cultura argentina y dejó una huella imborrable en nuestro rugby”.

Gales 1999: El Mundial que cambió la historia

Bajo su dirección, Los Pumas lograron una de sus actuaciones más recordadas en la Copa del Mundo. Luego de caer ajustadamente en el debut ante el anfitrión Gales (23-18), el equipo argentino se recuperó con una victoria clave sobre Samoa (32-16) y un triunfo sin sobresaltos ante Japón (33-12), que le permitió acceder al repechaje.

El gran hito llegó en Lens, donde Argentina venció a Irlanda por 28-24 en un partido épico, con un inolvidable try de Diego Albanese y la brillante actuación de Gonzalo Quesada, quien terminó como goleador del torneo.

Aunque en cuartos de final Los Pumas cayeron ante Francia (47-26), la hazaña ya estaba escrita. Argentina había demostrado que podía competir al más alto nivel y Wyllie había sido el arquitecto de esa transformación.

Un legado imborrable

Alex Wyllie no solo fue el primer entrenador extranjero en dirigir a Los Pumas en un Mundial, sino que también fue el hombre que les mostró que podían soñar en grande. Su estilo de juego, su mentalidad y su trabajo con las nuevas generaciones ayudaron a moldear el equipo que años después lograría la medalla de bronce en 2007 y seguiría creciendo en el plano internacional.

Hoy, el rugby argentino lo despide con respeto y gratitud. Su legado perdurará en cada scrum, en cada tackle y en cada joven que sueñe con vestir la camiseta de Los Pumas.

Descansa en paz, Alex. Tu huella en el rugby argentino será eterna.