Lo hizo en un escenario inesperado, pero simbólico: Bolivia. Con la camiseta de Oriente Petrolero, en medio de una derrota ante Always Ready, Ricky volvió al fútbol… y a su vida.
728 días pasaron desde su último partido oficial. En ese tiempo, el fútbol fue apenas un recuerdo y el dolor una rutina. Hoy, a los 32 años, Centurión se para frente al mundo con un mensaje que trasciende la pelota: “Estoy comprobándome”, dice con una honestidad cruda. No busca excusas. Reconoce errores, asume culpas y, sobre todo, muestra una versión más humana y madura.
“Desaparecí del fútbol por algo más que una lesión”
No fue una lesión, ni una pelea con un DT, ni un pase frustrado. Lo que apartó a Centurión del fútbol fue él mismo. “Perdí las ganas. No me había olvidado de jugar, pero sí de lo que era la vida”, confesó. En este tiempo, se sostuvo en tres pilares: su mamá, su hija y su compañera de vida. “Me cayó la ficha. No era por ahí, era por acá”, asegura.
Su vuelta no fue solo con un entrenamiento ni con un pase acertado. Fue con un proceso profundo, que incluyó terapia, nuevos hábitos y cortar vínculos con el pasado. “Cambié el número, los contactos. Ahora tengo objetivos cortos. Si no hay salud, no hay fútbol”.
De promesa frustrada a líder en reconstrucción
Centurión fue ese chico eléctrico que se codeó con cracks y rozó la elite. En Racing, en Boca, en Vélez, en San Pablo. Fue figura, noticia, campeón. También fue tapa por escándalos y ausencias. “Me equivoqué al pensar que me había retirado. Gracias a Dios se puede revertir”, dice hoy desde Santa Cruz de la Sierra.
Debutó en Oriente Petrolero con 45 minutos que no cambiaron el resultado, pero sí su historia. Fue ovacionado, tocó nueve pelotas con criterio, generó chances y mostró esa chispa que no se pierde. “Estoy contento. El cariño en la calle es tremendo. Quiero disfrutar el fútbol, pero también encontrar mi equilibrio”, relató.
“Antes reaccionaba. Ahora me detengo”
Lo personal se mezcla con lo profesional. “Perdonar también hace bien”, dijo sobre su vieja disputa con Eduardo Coudet, a quien hoy saludaría sin rencores. Lo mismo le pasa al hablar del Mundial 2018, ese que soñó, rozó y perdió: “Me marcó. Me caí desde un piso 12. Hoy entiendo que necesitaba ayuda y no la supe pedir”.
Valora a Guillermo Barros Schelotto (“fue un padre en Boca”), a Heinze en Vélez, y hasta a clubes como el Fortín que lo acompañaron aún estando lejos. “No hay que tener vergüenza en agradecer”, admite.
Nuevo Centurión, misma esencia
Ricky no reniega del pasado. Lo entiende como parte del camino. Dice que ahora es “más completo”, que cuida su imagen y que quiere ser guía para los más jóvenes: “Quiero tener una escuelita, hablar con chicos de 14 o 15. No alcanza solo con talento, hay que estar listo para la vida”.
Sueña con seguir creciendo y no oculta su fanatismo por el fútbol: “Todo el día veo Premier. Me puse wifi, soy casero. Copio detalles de los mejores”. También sigue de cerca a Di María y a Thiago Almada, a quien ve como uno de los que pueden seguir el legado.
Mientras Oriente Petrolero intenta salir del fondo en el torneo boliviano, Centurión gana tiempo. Lo había perdido. Ahora quiere recuperarlo, por él y por su hija: “Estoy enamorado de ella. Por ella estoy acá. Para que vea que todo se puede”.
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