El inicio pareció el guion de una remontada heroica. Apenas a los 7 minutos, Maximiliano Salas conectó un centro venenoso de Juanfer Quintero y la serie quedó igualada. La imagen de Gallardo celebrando con puños apretados en el banco transmitía que River estaba vivo. El plan se cumplía: orden atrás, intensidad en el medio y un Armani que volvía a ser el superhéroe de siempre.
Pero el segundo tiempo fue otro partido. Palmeiras, con más jerarquía y paciencia, entendió que la presión del Monumental se había diluido y empezó a ganar metros. Vitor Roque empató de cabeza tras un rebote de Armani y ahí se quebró el Millonario. A partir de ese golpe, el equipo argentino se refugió demasiado y lo terminó pagando.
El cierre fue lapidario: Marcos Acuña se fue expulsado tras un penal infantil, convertido por José López. Y el propio ex Lanús liquidó la historia con una obra personal que dejó a Martínez Quarta en el camino antes de clavar un derechazo imposible para Armani.
Gallardo, que había recuperado la bandera del “Super River” con su regreso al banco, deberá digerir otra eliminación en instancias decisivas de la Libertadores. El desafío ahora no es menor: asegurar la clasificación a la Copa 2026 en el frente local y recuperar la confianza de un plantel que parece no poder sostener la exigencia de la triple competencia.
El domingo en el Monumental contra Riestra y, días después, el cruce con Racing por Copa Argentina marcarán si River se reinventa o si la eliminación en Brasil abre una herida más profunda.
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