Y aunque el equipo de Gustavo Costas hizo casi todo bien, no logró romper la muralla de Agustín Rossi, figura monumental de la serie.

El 0-0 final dejó a la Academia con un sabor amargo. No fue por falta de actitud: Racing empujó, presionó, generó ocasiones y se adueñó del segundo tiempo tras la expulsión de Gonzalo Plata a los 55 minutos. Pero entre la falta de precisión en los metros finales y las manos milagrosas de Rossi, el arco de Flamengo pareció tener candado.

Rossi, ex Boca, fue protagonista absoluto. Le sacó un cabezazo increíble a Luciano Vietto sobre el final, un remate a Maravilla Martínez que llevaba destino de red y contuvo otro disparo de Almendra que hizo temblar el Cilindro. Su seguridad contagió al Mengao, que resistió con diez hombres y apostó todo a la defensa.

Del otro lado, Facundo Cambeses también estuvo a la altura: contuvo un mano a mano a De Arrascaeta y evitó que la historia se liquidara antes. Pero el daño ya estaba hecho: el gol en contra de Marcos Rojo en el Maracaná terminó siendo la diferencia que definió la llave.

Cuando el chileno Piero Maza marcó el final, hubo lágrimas, bronca y aplausos. Porque Racing, fiel a su historia, jugó con orgullo y dejó el alma. Sin embargo, la jerarquía del rival y la falta de eficacia le impidieron llegar a su primera final de Copa Libertadores desde 1967.

Ahora, el conjunto de Costas deberá enfocarse en el plano local, donde enfrentará a Central Córdoba en Santiago del Estero, buscando reencontrarse con el triunfo y cerrar el año con dignidad.

Mientras tanto, Flamengo —que buscará su cuarta Libertadores— esperará a su rival, que saldrá del cruce entre Liga de Quito y Palmeiras. El 29 de noviembre, el Mengao irá por otro título continental, sostenido en su arquero estrella y en una mística que parece no agotarse nunca.