La situación del delantero en Roma es el punto de partida. Dybala atraviesa una temporada irregular, marcada por lesiones y menor continuidad, y en Italia ya se habla de dudas sobre la renovación de su contrato, que vence en junio de 2026. Ese escenario abre una alternativa que hasta hace poco parecía lejana: la chance de que el cordobés pueda negociar su futuro con mayor libertad a mitad del próximo año.
En Boca lo saben y toman nota. No hubo avances formales en este mercado ni gestiones recientes, pero sí un seguimiento constante. No es una obsesión ni un capricho mediático: es lectura de contexto. Si Roma decide no extender el vínculo y el jugador evalúa cerrar su ciclo europeo, en el club entienden que puede aparecer una ventana concreta para sentarse a conversar.
Desde la dirigencia reconocen que la ilusión convive con el realismo. Marcelo Delgado lo expresó sin rodeos al admitir que Dybala es “una mezcla de ilusión y realidad” y que todo dependerá de cómo evolucione su situación contractual. Esa frase resume la postura institucional: esperar el momento justo y evaluar si el esfuerzo encaja en el proyecto deportivo.
En esa ecuación aparece un nombre clave: Leandro Paredes. Su regreso a Boca no solo fortaleció al plantel desde lo futbolístico, también sumó un componente emocional. La amistad entre ambos, forjada en Roma y consolidada en la Selección campeona del mundo, es un factor que el club no desconoce. Paredes habló públicamente del deseo de contar con Dybala y su entorno también dejó trascender que el atacante mantiene un vínculo afectivo con Boca.
Por ahora, la postura es clara: Roma no lo liberará con contrato vigente y Boca no forzará escenarios imposibles. Pero junio asoma como una bisagra. Si las condiciones se alinean, el Xeneize estará dispuesto a avanzar.
Dybala no es hoy una promesa ni un anuncio inminente. Es una carta guardada, pensada para un año en el que la Libertadores volverá a marcar el pulso. Y en silencio, Boca espera.
Fuente; Diario Olé


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