No mira al resto. Una derrota circunstancial, rotando a nueve de los 11 jugadores, lejos está de torcerle el rumbo. A este River nada lo distrae ni le saca el foco del arco de llegada, que cada vez está más cerca y se ve con nitidez: sigue ganando, estirando a 12 triunfos consecutivos su racha en el Monumental, jugando bien y demostrando por qué no solo es el puntero del campeonato sino que el que mejor juega.

Porque colectivamente es digno del paladar negro histórico y, además, tiene mucha jerarquía en sus individualidades… Es que si bien los dirigidos por Martín Demichelis tuvieron una posesión superior al 70% (el primer tiempo lo terminó con 80%), lo cierto es que les costó perforar una defensa de Colón que se mostró muy sólida y atrincherada cerca de Chicco.

Las posturas estaban claras: mientras uno hacía circular la pelota buscando espacios, el otro no se movía de su rígido esquema con cinco defensores y tres volantes centrales bien pegados. Fue ahí donde le costó progresar a River, que juntaba pases en el mediocampo pero no podia encontrar huecos para filtrar las dagas de los creativos o triangular. La solución pareció haberla encontrado un par de veces con jugadas rápidas ya un toque, pero malas terminaciones o algún rebote infortuito no le permitió abrir el marcador. Y cuando el juego empezaba a caer en ese primer tiempo producto del desgaste que genera ir tanto tiempo seguido, apareció la calidad: un tiro libre premium de Nicolás de la Cruz no solo bastó para allanar el camino de la victoria sino que también le dio una merecida ovación y la certificación de que es demasiado importante y talentoso como para reforzar a un posible rival en semis de la Libertadores (en Núñez no se lo negociarán al Fla).

La cuestión, antes y después, pasó por lo que ya es el sello de este equipo de Demichelis: la mitad de la cancha. River necesitaba volver a sentir buenas sensaciones con los cinco volantes en diferentes alturas y esta noche de miércoles fue la ocasión perfecta para que, por ejemplo, Enzo Pérez se convenza de que está a la altura de lo que le demanda el puesto: correctísimo en las entregas y en el timing para anticipar y cortar posibles contragolpes de Colón, volvió a ser el termómetro y fue clave como delivery para que los creativos siempre recibieran en buena posición. La gente, conocedora de las dudas que tiene para renovar su contrato que vence a fin de año, se rompió las manos aplaudiéndolo.

Como a todo el equipo, en parte. Porque los centrales estaban firmes (el flojo nivel en continuo de Casco, la única mala noticia), Enzo Díaz fue siempre, Aliendro volvió a imantar compañeros con su guante en el pie derecho, Barco tuvo el desequilibrio modelo 2023 y Nacho Fernández dio un toque de lucidez al asistir rápidamente a Beltrán en un segundo tiempo en el que los santafesinos se adelantaron un poco más en el campo, aunque sin llevarle peligro al arco de Armani.

Incluso, ya con el dominio total gracias al 2-0, Micho se dio el lujo de cambiar todo el mediocampo y darle su segundo partido oficial al Diablito Echeverri. Río sin duda. Sus hinchas, tampoco: a pesar de que la cosa todavía no está cerrada, en el Monumental ya se aventuraron a cantar al unísono que “de Núñez sale el nuevo campeón”. Sí, falta y las matemáticas dicen que hay que esperar. Pero la sensación es que es apenas una cuestión de tiempo…

 

 

 

 

 

 

Fuente: Olé