Su historia es un testimonio de perseverancia y pasión por el deporte, que sigue marcando su vida en cada paso.

Los primeros pasos: de River Plate a la élite del futsal

Nacido en Buenos Aires, Lucuix mostró desde muy joven un talento destacado para el futsal, que lo llevó a River Plate. Su capacidad como ala rápidamente lo proyectó hacia Europa, específicamente a España, donde a los 21 años firmó con el Caja Segovia. Su paso por la Liga Nacional de Fútbol Sala (LNFS), considerada una de las mejores del mundo, fue una prueba más de su meteórico ascenso.

En poco tiempo, atrajo la atención de uno de los gigantes del futsal: el Inter Movistar. Este traspaso lo colocó en la cúspide de su carrera, y todo parecía indicar que estaba destinado a ser una de las grandes figuras del futsal mundial. Pero el destino tenía otros planes.

La lesión que cambió todo

En el Mundial de Futsal de 2012, Lucuix sufrió una triple fractura de peroné durante un partido contra Australia. El impacto fue devastador, no solo por la gravedad de la lesión sino por lo que significaba para su prometedora carrera. La operación incluyó dos placas y veinte tornillos, y aunque en un principio parecía que podría regresar a las canchas, las complicaciones durante la recuperación lo obligaron a replantear su futuro.

«Fue un golpe muy duro, porque estaba en el mejor momento de mi carrera. Intenté volver, pero mi cuerpo ya no me respondía como antes», confesó Lucuix en una entrevista. Finalmente, en 2015, anunció su retiro definitivo del futsal como jugador, tras tres años de lucha física y emocional.

Un nuevo comienzo: la dirección técnica

A pesar de la tristeza que implicaba dejar las canchas, Lucuix encontró una nueva vocación. Su mentor, Diego Giustozzi, lo invitó a ser su asistente en la selección argentina de futsal en 2016, justo antes del Mundial de Colombia. Juntos, llevaron al equipo argentino a conquistar su primer título mundial en una histórica victoria sobre Rusia.

Con Giustozzi como guía, Lucuix no solo aprendió los aspectos tácticos del deporte desde otro ángulo, sino que también desarrolló una nueva perspectiva sobre la importancia del liderazgo. «El deporte siempre te da una revancha, y la mía llegó desde el otro lado de la línea de cal», expresó.

El ascenso como DT

En 2018, Lucuix asumió el cargo de director técnico principal de la selección argentina, luego de que Giustozzi dejara su puesto. El inicio fue complicado, con derrotas en la Liga Sudamericana y los Juegos Olímpicos de la Juventud, pero su trabajo y constancia comenzaron a dar frutos. En 2020, lideró a Argentina a la clasificación para el Mundial de Lituania, tras vencer a Brasil en una épica final de la Copa América.

Durante el Mundial de Lituania, Lucuix demostró su capacidad para combinar juventud y experiencia en el equipo. Su selección derrotó a potencias como Estados Unidos, Serbia e Irán, llegando a semifinales, donde volvió a enfrentar a Brasil. La victoria sobre el eterno rival sudamericano fue uno de los momentos más emotivos de su carrera como entrenador. Aunque no lograron el título mundial, el equipo se consolidó como una potencia global bajo su mando.

El presente: buscando la gloria nuevamente

Ahora, en 2024, Matías Lucuix tiene una nueva oportunidad de hacer historia. Al frente de la selección argentina en el Mundial de Uzbekistán, ya ha demostrado su valía al clasificar invicto a los octavos de final. Con una mezcla de talento joven y veteranos curtidos, Lucuix busca su revancha en el máximo escenario del futsal.

«Después de todo lo que viví, este deporte sigue dándome alegrías. Estar aquí como entrenador es un sueño que nunca imaginé, pero lo vivo con la misma pasión que tenía cuando era jugador», reflexionó Lucuix en una reciente conferencia de prensa.

El camino ha sido largo y lleno de obstáculos, pero Matías Lucuix es un ejemplo de resiliencia, de cómo un sueño truncado puede transformarse en una nueva misión. Hoy, sigue demostrando que las caídas en el deporte son solo parte del recorrido hacia la grandeza.